Tú y yo en la penumbra

Decidimos irnos tu y yo para el bosque, los dos solos y a escondidas, fuimos al bosque pues allí el tiempo se detiene entre los sombríos ramajes, donde con cada paso nos sumergimos en lo profundo de la marina lejana, con dificultad caminábamos, cada paso estaba cargado de ramas y retos, el pasto estaba alto y el lodo intentaba capturarnos. Finalmente encontramos un lugar donde el viento navegaba tranquilamente, un lugar fresco y solitario, un lugar donde solamente se escuchaba una sinfonía, una sinfonía de pájaros.

Fue allí donde en la intimidad pude usarte y disfrutarte… prendí un poco de fuego para encenderte y así todo podía ser más intenso. Cuando empezaste a calentarte te acaricie con mis dedos y te fui acercando a mi boca, era una soledad luminosa, puse mis labios sobre ti y sentí una calma, una paz interior feroz… Tú también lo disfrutabas, pero mientras más tiempo te tenía en mi boca, más rápido se iba perdiendo tu magia.

Fuiste algo efímero pero cada vez que pienso en ti y cuando vuelvo a estar contigo me estremezco en una tranquila atmósfera.

La noche recién mojada por la lluvia hacia que nos juntáramos más, era una noche clara, fría y penetrante. Cuando estoy contigo un cuerpo desconocido se mueve sobre nosotros, siempre huelo una respiración cercana a la de nosotros, pero ya aprendí y siempre que estamos tu y yo esa respiración que nos acompaña me tranquiliza, es profunda y hace que cada vez algo se abra dentro de mí.

De repente escuche algo inusual. Tuve miedo. Ese algo avanzaba de una forma desconocida, te tire al suelo, te escondí bajo la planta de mi pie, sin dejar evidencia, rápidamente cogí mi cajetilla y corrí en medio de ese bosque oscuro y peligroso, olvidándome de ti, pues en cada paso dejaba tu olor, poco a poco perdía tu rastro.